Nuevos-viejos problemas con el agua.

Los aspectos ecológicos, culturales y políticos del agua se nos presentan de formas que desafían nuestra comprensión abstracta de la naturaleza del agua.

Jamie Linton

La securitización del agua, su gobernabilidad y gobernanza, así como la hidrohegemonía, son temas de gran relevancia en el panorama mundial y, en algunos casos representan una nueva perspectiva sobre cuestiones antiguas. La política del agua plantea una paradoja, ya que nos insta a pensar en su futuro, pero los rápidos y drásticos cambios actuales (especialmente despues de la postpandemia) han dejado al mundo intelectual paralizado. Observamos consternados el conflicto en un país de Europa del Este, fundamental para la producción de alimentos y el transporte de energía, al mismo tiempo que los efectos del cambio climático son evidentes y se acumulan los informes en los escritorios. Los gobiernos del norte no entienden que hay cada vez más refugiados ambientales en sus puertas, mientras que la aún oculta securitización del agua espera desatarse como el último indicio del fin de la globalización. A esto se suman los avances vertiginosos en biotecnolgía e Inteligencia Artificial, mientras la riqueza se concentra en un número cada vez menor de manos. Quizás nunca antes el futuro había sido tan incierto.

Durante los últimos veinte años, tres mujeres, Graciela Chichilnivsky, Jane Lubchenco y Mariana Mazzucato, han destacado con sus maneras particulares el alerta sobre la crisis económica mundial y su vínculo con el deterioro ambiental. Chichilnivsky ha enfatizado la necesidad primordial de evitar la extinción, ya que la crisis ambiental y la crisis financiera (dos caras de la misma moneda) requieren un nuevo modelo de crecimiento económico. Según Lubchenco, esto también exige un nuevo contrato entre la ciencia y la sociedad, en respuesta a las cambiantes necesidades de esta última en el siglo XXI. Por su parte, Mazzucato propone, en concordancia con las otras intelectuales, abordar los problemas sociales a través de enfoques políticos, organizativos y de liderazgo que han demostrado su éxito en prestigiosas instituciones científicas, como la NASA, en colaboración con empresas tecnológicas privadas, en pos de un proyecto o misión que nadie cuestiona como exitoso.

Entonces, ¿cómo podemos abordar esta situación en la que incluso un editorial de una revista prestigiosa como Nature señaló recientemente la falta de creatividad en los estudios científicos sobre el tema del agua en la última década?

En la actualidad, resulta imperativo considerar las dimensiones culturales del agua, que se manifiestan en innumerables formas en las que el agua se relaciona con las personas y adquiere diversos significados. De hecho, atribuir la “crisis mundial del agua” únicamente a la escasez, la contaminación, entre otros factores, desvía la atención de las circunstancias políticas y sociales que generan estos problemas, limitando su solución a enfoques predominantemente técnicos e hidrológicos.

Un ejemplo revelador de un cambio de perspectiva lo encontramos en las reflexiones de Malin Falkenmark hace 20 años, quien destacó las limitaciones de la agroecología al considerar el agua como un atributo de la tierra, en lugar de reconocerlo como un flujo que pasa a través de las plantas y se disipa en la atmósfera, implicando así un uso consumitivo del agua.

Sudamérica y, en particular, Argentina se encuentran inmersas en un proceso de crecimiento urbano imparable, cuyas consecuencias se reflejan en la marginalidad, agravada siempre por la falta de acceso al agua para saneamiento. En este escenario, los problemas ambientales parecen ser relegados a un segundo plano, a pesar de los impactos antropogénicos en los ecosistemas acuáticos, especialmente en las cuencas, que son los proveedores de los servicios necesarios para contar con “agua segura”.

En este contexto, resulta difícil esperar que las entidades gubernamentales, que se enfrentan a demandas sociales tensas, adopten un enfoque integral para abordar los problemas relacionados con el agua. A pesar de las advertencias formuladas por Claudia Natenzon a finales del siglo XX sobre el fracaso observable en la gestión del agua cuando se basa en enfoques económicos y técnicos exclusivamente. Según ella, ni la ciencia aplicada ni la consultoría de excelencia son suficientes para resolver los desafíos de la gestión de cuencas en medio de la incertidumbre y los intereses en conflicto. Pareciera que priorizando el consenso y la participación de todos los actores involucrados fuera la única salida en este punto.

continuará…